Son bien conocidas las propiedades de la sal para aportar alegría y realzar el sabor de los platos en nuestra cocina y en la formulación de alimentos a nivel industrial, así como el importante papel que ha desempeñado a lo largo de los siglos y aún hoy día en la conservación de alimentos. A nivel médico también sabemos la influencia que tienen los electrolitos que la componen (Cl y Na) en la homeostasis de los líquidos en nuestro organismo y por tanto sobre la presión sanguíneo, equilibrio hídrico, sistema circulatorio, renal, así como de la regulación del equilibrio ácido-base, participando además en la transmisión de señales nerviosas y en la contracción muscular (1)
Pero, ¿conocemos de dónde proviene la sal que ingerimos en nuestra dieta?. Está claro que sabemos la cantidad de sal que adicionamos durante el cocinado de los alimentos en nuestra casa o la que añadimos con el salero. Pero los alimentos también contienen iones por sí mismos en mayor o menor cantidad dependiendo del tipo del que se trate y durante los procesos de preparación y conservación de alimentos en la industria también puede añadirse sal o aditivos que adicionan más de estos iones tan importantes para nuestra salud.
Un estudio realizado en 2015 por investigadores de la UCM (2), realizó una encuesta a 100
individuos de edades comprendidas entre los 18-70 años, 50% hombres y 50% mujeres. A los encuestados se les preguntaba qué tipo de sal usaban habitualmente, con qué objetivo añadían la sal a la comida, qué emplearía como sustituto de la sal, qué problemas cree que podría acarrear un consumo excesivo de sal y los alimentos que consideraban que tienen mayor contenido en sal. Los resultados del estudio fueron que existe un consumo mayoritario de sal fina de mesa, seguida por la yodada y la marina, mientras que los demás tipos tienen un consumo bastante reducido. Gran parte de los individuos encuestados (más del 50%), la sustituiría por especias per el 26% no añadiría nada para dar
sabor. El 3% utilizaría las pastillas de caldo para echarlo a la comida, lo que indica que aunque sea inconscientemente saben que tiene un alto contenido en sal. Casi todos los encuestados afirmaron que emplean la sal con el fin de realzar o dar sabor, pero aun así hay algunos que lo hacen como método de conservación de alimentos, por sus propiedades
o simplemente por costumbre. Respecto al conocimiento sobre su implicación en la salud, mas de un 75% de los individuos encuestados conocía algún problema o enfermedad que
puede causar un consumo excesivo de sal, pero en lo referente a la cantidad de sal en los alimentos la mayoría de los encuestados parecía tener alguna noción pero no estaban seguros, quizás por falta de información (etiquetados) o simplemente por falta de interés.
En el Reglamento 1169/2011 de información al consumidor se indica la obligación de incluir el contenido de sal en el etiquetado por lo que alimentos que antes no indicaban su contenido en sal y que por su naturaleza tienen contenido en sodio ahora sí tienen la obligación de expresarlo a través de esa fórmula.
Declaraciones nutricionales:
- Bajo contenido en sodio/sal (≤ 0,12 g/100g)
- Muy bajo contenido de sodio/sal (≤ 0,04 g/100g)
- Sin sodio/sal (≤ 0,005g/100g) (5)
Estudios han demostrado que en España consumimos 10g diarios de sal, el doble de lo recomendado. Hemos elaborado esta infografía para ayudarte a conocer las recomendaciones de la OMS en cuanto a consumo de sal y de dónde proviene la sal que consumimos habitualmente.
Consúltanos si necesitas conocer el contenido de sal de los alimentos que fabricas para su indicación en el etiquetado tal y como establece el Reglamento 1169/2011 y apúntate a alguno de nuestros cursos.
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